Hoy, sentado en la saliente agonía de mi ser. Saliente porque tú me has guiado a lo mejor de mí. Agonía porque es un viaje al que no quería ni quiero partir. Y mi ser... apenas empieza a ser.
Me guías con las estrellas que me has regalado, las negras y pequeñas, las no tan pequeñas. Y ésa que me encanta, que es más la compañera de un planeta, y no una estrella, pero la amo al verla en el cielo, sobre todo de noche y cuando brilla más, también cuando se ve a medias, como anunciando su llegada a lo poco y hermoso de cielo que puedo ver.
Pero son ésas las que contemplo. Me extraviaría con toda facilidad si solamente contara con ellas. Necesito algo más, algo que sepa dónde estoy y que me muestre el mundo.
Ahí están, un par de estrellas que a lo cerca son, mejor dicho, galaxias casi hermanas que describen su interior por completo. Son hermosas, brillan y más cuando llueve dulce, sin importar que esté nublado o si yo cierro mis ojos.
Las amo, son la mitad de todo lo que deseo ver. La otra mitad eres tú y lo feliz de mi nuevo y hermoso hogar. Y todo esto.
Pd: Te dejo las caricias donde siempre, para cuando despiertes o cuando vuelvas, y no esté.
Antonio Quintana
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