Viajando a todos los espacios

...excepto al tuyo, porque lo traigo conmigo.

Son muchas las cosas que suceden en doscientas horas.

Todo puede ir desde arriba a abajo, ir a cada lado de un ser hasta el otro de alguno más. Se puede combatir desde dos filas de ejército distintas, inclusive contrarias. Alguno de nosotros pudo convertirse en juez y parte, en acusador y acusado, en defensor y hasta en opositor de alguna causa; quizá no al mismo tiempo, o posiblemente sí. Es tan posible y divertido jugar a ser el perro, el ratón, después el gato, o el periódico para después... para terminar siendo el balde con agua fría que termina con todo ese juego.

Por increíble que parezca, se puede construir un mundo completo, deshacerlo cien veces y rehacerlo ciento cincuenta más; transformar a más de un ser en ilusión pura -su materia inicial-, o materializar un cúmulo de ilusiones que se evaporan más pronto de lo que fueron pensadas.

Pese a todo ello, el final puede ser el más de los inesperados y, a su vez, el más de los comunes: no pasa nada, todo se queda tal cual -o así para los ojos extraños-, con la salvedad que sí pasó y eso solamente queda en la mente de todas las partes. No hubo espectadores.

Y que al final todo siga igual no quiere decir que no haya pasado nada, todo sucede por alguna razón. Creo haber dicho antes que lo malo no lo es por completo, jamás, sino que trae consigo buenos vientos... algunos más fríos.

A veces necesitamos tanto del frío que nunca lo sabemos. Vivimos sin la conciencia de que, de vez en cuando, no nos vendría nada mal llegar a casi congelar nuestra sangre, densifircarla, tomar café saturado de azúcar, dejar que nuestro vital líquido rojizo -en algunas partes más que en el resto- devenga en una especie de miel con la cual nada más los extranjeros de nuestro cuerpo se podrían deleitar. Dejar el sonido del mundo allá, que no salte por la ventana hacia el nuestro, no por ahora. Cerrar los ojos y no confiar en otra cosa que no sea el tacto, un tacto que se hace más sensible al calor -seguimos congelándonos de afuera hacia adentro, de adentro hacia afuera... lo último en recibir el inmenso frío será lo que se encuentre entre los huesos y la carne: ese enésimo sentido que no conocemos y usamos, el de la vida-, caminar con solo eso y nada más, tropezar sin descanso. Ahondar en pensamientos hasta dejarlos atrás en el pozo que desemboca en lo último sobre lo que pensamos cuando actuamos: nosotros.

Perder toda noción, ¡cuánto lo necesitamos! Regresar a ser lo que deberíamos ser, pasando antes por ser algún ente eterilizado y lleno de todo el vacío del universo invisible; vomitar todos los pensamientos, gritar hasta la última gota de sangre en ondas que bailan embriagadas de uno mismo.

Terminar sabiendo que necesitamos del calor para sentir fría hasta la última fibra escondida, remota y apartada del resto de la nada; que el mismo frío nunca es suficiente, ni el hielo, para matarnos unos instantes y dejarnos recomenzar de cero.

Nunca habrá como los primeros doscientos pasos, las primeras doscientas horas, o las últimas, por qué no, de alguna de nuestras vidas que nunca gastamos -resultado de su desconocimiento por nuestra parte-... nunca habrá pasos hacia atrás, vuelta al pasado -tan solo un vistazo, si acaso-, mas siempre es posible empezar como si fuese posible todo ello, y más.

*Canción de hoy
I'm in love with the darkness of the night
I'm in love with all that's out of sight
I'm in love with the magic of the new
...and the darkness loves me too
[Xandria - In Love With The Darkness]


- Antonio Quintana

Acerca-de

Mi foto
Cd. de México, D.F., Mexico
De lo general a lo particularmente general... Soy una persona usualmente antipodal en sentimientos, pensamientos, acciones, gustos, y muchas otras cosas de quizá menos intensidad y no por ello no tan importantes. Detalles sin concluir en: http://habitantedelamasdestellanteoscuridad.blogspot.com/2009/03/hello-world.html

Esto es:

un conjunto de pequeñas nadas que hacen el todo =)

Amigos que me leen